Cicatrices que florecen: el arte de sanar
“La herida es el lugar por donde la luz entra en ti.”
— Rumi
No fue así. La verdad es que el dolor sigue apareciendo, de vez en cuando. A veces sin aviso. Una palabra, un recuerdo, un olor… y ahí están las viejas heridas.
Pero he descubierto algo importante: sanar no es olvidar. Sanar es mirar las cicatrices sin miedo. Es dejar de pelear con ellas. Es aprender que lo que me pasó me transformó, me enseñó, y me dio herramientas para comprender a otros.
Durante años me avergoncé de mis historias tristes. Me parecían debilidades. Hoy sé que ahí también hay fuerza. Porque todo lo que viví me hizo más sensible, más humana, más capaz de ver la belleza en lo sencillo.
A veces escribo para no ahogarme. A veces pinto, o simplemente me siento en silencio y lloro lo que necesite salir. Eso también es arte. No arte para exponer en galerías, sino arte que me salva a mí.
Ese es el arte de sanar: convertir el dolor en algo que florece. Una palabra que consuela. Un texto que alguien lee y se siente menos solo. Una imagen que transmite calma.
Hoy miro mis cicatrices y, aunque no las amo, las acepto. Ya no las escondo como antes. Porque sé que, de algún modo, ahí también hay semillas de cosas hermosas.
Si estás leyendo esto y tienes tus propias heridas, quiero decirte algo: no estás roto, estás en metamorfosis. Quizá tus cicatrices también puedan florecer un día.
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“Donde hay grietas, hay espacio para florecer.”
— Jade Nayara¿Tienes alguna cicatriz que hoy veas de manera diferente?
¿Qué te ha ayudado a sanar?
Me encantaría leerte en los comentarios.
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